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Lo siento, si estás esperando que en este post aclare las dudas al respecto de si el pan engorda, adelgaza… o te blanquea los dientes, va a ser que no.
La entrada de hoy es una invitación a la reflexión. Veamos, yo aporto una información que es probable que no sea muy conocida por muchos y luego que cada cual destile sus propias conclusiones (que además sería estupendo que plasmara en los comentarios).
Para ello voy a comentar la primera referencia que tengo sobre eso que se dice de que “el pan engorda”. He de reconocer que la referencia que voy a utilizar no es muy seria, no es muy erudita que digamos, pero es incontrovertible. Ya verás.
La historia
Se trata de un pasaje que sale en la muy recomendable película de 1955 “Historias de la radio” de José Luis Sáenz de Heredia. La peli es una comedia en la que varias historias personales confluyen y se entrelazan en un argumento que gira entorno a los primeros concursos radiofónicos de nuestra querida radiodifusión española. Pero eso es lo de menos (aunque te recomiendo que si puedes veas la peli porque es muy buena)
Lo que quiero resaltar es que en un pasaje de esta película tres de sus protagonistas, uno de ellos cura, hacen una clara e inequívoca referencia a que el pan engorda ¡ya en 1955!
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Clik here to view.La anécdota consiste en que el cura cuenta a los otros dos protagonistas que viene observando (sin ser visto) cómo “un pobre” entra todos los días en su iglesia y se dirige al cepillo de San Antonio para “saquearlo”. En realidad el cepillo consiste en un cajón guardado con llave al pie del santo y que tiene una abertura para depositar en él la limosna u ofrenda correspondiente… Además, el cepillo tiene una leyenda visible que a modo de metáfora limosnera reza: “pan de San Antonio”. El caso es que el cura cuenta a los dos hombres como un día vio entrar el ladrón cuando la iglesia estaba vacía, forzaba el cajón del “Pan de San Antonio” y tras encontrárselo vacío de monedas abandonó la iglesia sin tratar de “saquear” otros cepillos en los que se supone se dejaban las limosnas. El cura relata que entonces pensó que lo que le pasaba al pobre-ladrón era que tenía hambre (ni más ni menos) y que debió pensar que en el cepillo de San Antonio había pan de verdad, del de miga y corteza, y que era solo eso lo que quería robar. Para comprobar el cura su teoría al día siguiente depositó dentro del famoso cajón un pan tierno y, cuando de nuevo entró el pobre-ladrón… forzó de nuevo el cajón y se llevó solo el pan que en él halló. Y así se repetía la jugada todos los días: el cura dejaba una hogaza de pan dentro del cajón con llave, el pobre-ladrón entraba, abría el cajón con una ganzúa y se llevaba solo el pan aunque además encontrara monedas.
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Es entonces, cuando uno de sus interlocutores le pregunta al cura si es por esa razón que él come a diario sin pan… a lo que el cura (que era de los de verdad) se siente “pillado” y creyendo que quienes le acompañan pueden pensar que les ha contado la historia para hacer lucir su generosidad con los necesitados se justifica diciendo que verdaderamente él no comía pan “porque dicen que engorda”. En realidad dio esta respuesta para hacer buena aquella máxima que sostiene que en la persona verdaderamente generosa la mano izquierda no se ha de enterar de lo que hace la derecha… cuando la verdad última era que no comía pan para poder dejárselo al pobre-ladrón, infeliz él, que solo quería robar pan para comer (ya digo que el cura de la peli es de aquellos que llevaba la sotana con profesionalidad).
La resolución de la anécdota peliculera es lo de menos a estas alturas, baste decir que el cura, buenazo como él solo y agradecido por la conversión religiosa del pobre quien poco a poco además de llevarse el pan cada día tenía un gesto de religiosidad cada vez mayor, termina poniendo en el cepillo de San Antonio el siguiente letrero:
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La historia existe, ¿pero quién tiene razón?
Bueno, volviendo a lo nuestro, esta escena deja rotundamente clara que la edad de la historia esta del pan y su capacidad engordante se remonta por lo menos a los tiempos de Maricastaña. Así estaban las cosas cuando nuestros abuelos se dedicaban a criar a nuestros padres (al menos los míos)… y así están ahora.
En la actualidad, la historia de que el pan engorda sigue estando a la orden del día, tanto en la conciencia popular como en la de algunos “profesionales” sanitarios. Algo que no deja de ser curioso ya que las estadísticas de consumo de alimentos reflejan la drástica caída en el consumo de pan en España en los últimos 40 años, cifras que reflejan que, cada español, consume menos de la tercera parte del pan que consumían los españoles de hace 4 décadas. Sin embargo, es precisamente en estos 40 años últimos cuando las cifras de obesidad han sufrido un crecimiento casi exponencial.
Quizá sea este último dato el que ha provocado que en los últimos tiempos los responsables de la producción de pan en España (principalmente la Asociación conocida como “Pan cada día”) publiquen notas de prensa día sí, día también diciendo lo buenísimo que es el consumo de pan para la salud. Con dichos comunicados, en mi opinión un tanto descontextualizados y con argumentos en cierto sentido pueriles, esta asociación trata de desmentir con estudios científicos todos lo vituperios que desde tiempo inmemorial se le dedican al pan y a la cuestión de la obesidad…
Pero al mismo tiempo, también tenemos todos esos estudios que de forma poco práctica (al menos desde mi punto de vista) se encargan de decir que cuanto menos pan comamos es mejor para la salud, llegando (así parece en cierta medida tras la lectura de los propios estudios) a equiparar el consumo de pan poco menos que con el de otros alimentos o productos netamente más negativos sobre nuestra salud.
Señores, no me gusta como hace su trabajo “Pan cada día”, creo que debieran refrescar su imagen, su argumentario y sus objetivos estratégicos. Tampoco me gustan los estudios que ponen como hoja de parra al pan, culpándolo junto a otros cómplices alimentarios y sin hacer distingos entre ellos, de todos los males de salud.
En resumen
No me creo que el pan engorde ni tampoco me creo lo contrario. El pan es un alimento originalmente humilde, que si bien es cierto a día de hoy no tiene un interés nutricional espectacular, pienso que puede formar parte en su justa medida de nuestra alimentación. Aquí hemos comido con pan toda la vida y nuestros bocatas son los mejores del mundo y eso es gracias en cierta medida al uso de pan de verdad… y no siempre hemos estado “gordos”. Claro que puede ser peligroso pasarse con el pan… y con el agua también. Pongamos un poco de cordura en esto de la comida, las frases célebres y la evidencia científica.
Señalar al pan como el malo de esta película con la cantidad de actores hijoputas que tenemos en nuestros días campando a sus anchas, es tan útil como matar moscas a cañonazos. No me gustaría que esta mi opinión se interpretara para que ahora saliéramos todos gritando “viva la barra –libre- de pan”. Para nada, el pan tiene su hueco y su proporción. Mucho menor que la que se le podía otorgar antaño (para mí el mejor sitio donde puedes ubicar el pan lo encontrarás en esta herramienta o si lo prefieres consultando mi opinión en este post).
Que no te atormenten con los mensajes satanizadores sobre el pan. Cómelo si te da la gana, en su justa medida y por supuesto, por tu salud, que sea integral.
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Imagen: amenic181 vía freedigitalphotos.net